jueves, 14 de enero de 2010

¿Quién o qué nos obliga?

¿Quién o qué nos obliga? Esa es la pregunta. La respuesta es: ¡nadie! Pero ¿de donde viene este sentimiento de estar obligado a hacer cosas que no queremos? ¿De donde viene esa sensación corporal?

Es fácil decir: nadie nos obliga. Hasta es finalmente razonable. Sin embargo, hay un peso, una densidad de la cual es complicado librarse, liberarse. A pesar de que nadie nos oblige, sentimos esa demanda de los otros, del Otro. Finalmente, se puede decidir por sí mismo, se puede ser sujeto. Si quiero, cumplo, bajo mis propios términos. Si quiero no cumplo y ya.

Pero ese "y ya" no es tan simple. Como lo dijo un poeta inglés en algún momento: no somos islas. Es decir, que nuestra voluntad y nuestras decisiones se posicionan en un campo de relaciones. Eso quiere decir, que lo que se decide o lo que se busca no está determinado enteramente por nosotros. Existen barreras, que no son invencibles, pero las hay. Hay muros, no son mera ilusión. Si fueran ilusión, se resolvería el problema con leer libros de psicología barata y ponerlos en práctica.

Lo que nos hace sujetos es la voluntad de derribar los muros, o al menos, de saltarlos o pintarlos con graffiti.