Coincido. Seguramente ya no habrá final
feliz.
Lo más probable es que la despedida sea
cataclísmica.
O tal vez no.
Tal vez nos hayamos podido amar bien y
bonito,
y, para entonces, esa despedida sea un soltar
de manos,
un dejar ir y un estar.
Pero el futuro no existe.
Mi amor por vos es el de hoy,
es el que va siendo,
aquí, en cada segundo de nuestros caos y
silencios,
en cada partícula de oscuridad,
en cada paso, en cada abrazo,
en cada lágrima, en cada beso.
No amo tu desorden,
tampoco tu indecisión.
Me asusta tu parálisis, tu miedo,
tu dolor, tu enfermedad.
Pero te amo así, desnuda.
Vos también has visto mi miedo a las
alturas
y a las cosas mal puestas.
Amo tu mente decidida, tu letra firme,
tu frente clara, tu olor;
tu música, tus sonidos,
tu hilo, tu aguja, tu tijera,
tus pies, tus axilas, tu espalda,
tu amor por los gatos y los perros,
tu ternura y tu pudor.
A pesar de las tormentas de amistades
perdidas,
de las corrientes de voces de sal y de lo
malo,
estoy donde deseo estar,
aquí, ahora, en este texto,
de la mano, con vos.