Hay personas que me hacen escribir.
Tal vez, que quiera escribir no sea un buen síntoma.
Las historias no tienen ni finales ni inicios.
Sus besos me provocan,
la sensación casi elástica de su boca.
el cigarro prendido al revés.
Nadie quiere sentir.
Yo tampoco.
Es terrorífico.
Cuando leo lo que escribo me avergüenzo.
Nunca sé que hacer después de un beso.
Nunca sé que sigue después.
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