jueves, 17 de diciembre de 2009

En el nombre del Padre

Entonces llegué a lo oscuro
y vi las luces.

Santiago Feliú


Aveces quisiera desaparecer. Si, desaparecer. Tal vez así, la gente que se supone que me quiere me pueda mirar mejor. Tal vez así deje de ser una expectativa para sus vanidades o un medio de subsistencia. Mi mamá me dice: "usted sólo no puede cambiar nada". Así que me recomienda "cumplir", "terminar". ¿Y si no me da la gana cumlir o terminar? No me da la gana porque eso es lo que quieren, que yo pague, como una persona "normal". ¿Y si no me da la gana pagar? No quiero competir, no quiero tener empleo, no quiero casarme ni tener una vida en familia ni vivir feliz para siempre jamás.

Muchos demandan cosas de mí que no quiero cumplir. Que no me da la gana. Sí, es caprichoso. También es digno. ¿Por qué tengo que ir al matadero de buena gana, si lo que me espera es el chuzo eléctrico o la macana? No me interesa ser nadie en la vida, no bajo los términos que quieren que sea "alguien". Detesto el prestigio que dan los títulos universitarios y las opciones de empleo indigno que abren. No sé lo que quiero "ser". Nunca estoy seguro. Por eso, aveces quisiera ahorarme el trámite.

Mis varios años en psicoanalisis y mis multiples intentos de ser como todos quieren que sea no han sido suficientes. No me logro adaptar al empleo descerebrante. Ni tampoco logro creer en producir un documento para una academia. ¿Para qué? ¿De qué sirve ser "licenciado"? Eso me da licencia para decir todas las animaladas que se me ocurran en la tele sobre cualquier tema. Eso me da licencia para diagnosticar que una niña es tarada y que un niño es oligofrénico. Y no porque lo sean, sino porque la mamá o la maestra desean que sean así.

El único tarado aquí soy yo. El unico desadaptado. No me logro adaptar a la violencia, a la sordera, al mundo de los todos seguros, de los todos claros, de los que saben que hacer. No sé que hacer, y la verdad la soledad me entristece. Y cada vez que busco compañía, lo que encuentro es un reproche. Un: "usted no hace lo suficiente, no se esfuerza lo suficiente, no me complace lo suficiente, no la tiene suficientemente grande, no me desea lo suficiente, no me obedece lo suficiente, no se deja matar lo suficiente, no se deja explotar lo suficiete".

Yo no quiero morir, pero la vida es una paradoja, como bien lo apunta el Sup: "y miren lo que son las cosas porque para que nos vieran, nos tapamos el rostro, para que nos nombraran, nos negamos el nombre, apostamos el presente, para tener futuro y para vivir morimos". Tal vez por eso no quiero pagar. Lo que no quiero pagar es con mi vida. No quiero ser un instrumento de otros, un objeto de otros. Y es difícil saber qué hacer, cuando muchos quieren que seamos una cosa que se puede explotar, que se puede coger, que se puede golpear, que se puede disciplinar, que se puede humillar...

Esta no es una carta suicida, ni la carta de un suicida. Para suicidarse habría que estar vivos. Yo soy un espectro, como los de Rulfo. Soy la mueca de mí mismo, si existiera mí mismo. Soy el teatro de la dominación encarnada. Soy una cosa que se puede vender y cambiar y consumir y coger. Cuando toca compar o coger o explotar, no soy lo suficientemente competitivo, no resisto lo suficiente en la cama, no hago los movimientos adecuados, no la tengo lo suficientemente grande, no soy lo suficientemente malavado o perverso, no tengo el suficiente dinero.

Ya para morir la vida que nos obligan a soportar, como un aguacero, hay que creer que todo lo que no sea desea se desea.

Atentamente,

Un neurótico innombrable

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